
Esta imagen es muy común en Puerto Montt. La tomé desde la ventana de donde trabajo, desde un tercer piso y que me causó el deseo de guardarla para decir lo siguiente:
Las expresiones de las personas son lo más libre que pueden tener, pero en este caso, en donde estos chicos que estudian en un establecimiento que por años ha hecho el mismo desfile militarizado, obligándolos a marchar tal como lo hicieron en Puerto Montt hace muchos años los militares durante la Dictadura, que a través del cura Piccardo, -su ex rector y quien falleciera en extrañas circunstancias, cuyo juicio de los presuntos culpables ha llenado planas y minutos de diarios y noticieros locales y nacionales alimentando el morbo-, creo que es discutible.
Porque hay muchas otras expresiones para que los establecimientos educacionales se luzcan, hay libertad para que los propios alumnos elijan otras formas de mostrar sus cualidades y formación, pero no esta marcha añosa y anquilosada, hermanada en las más férreas tradiciones militares prusianas, que dejan a la ciudad de Puerto Montt y a ese establecimiento como un nido de docentes estrechos de mente que cercan las posibilidades de los jóvenes, encasillándolos en un esquema egoísta, que sólo busca mantener las "tradición del establecimiento a través del tiempo".
Es fácil escudarse en las tradiciones, pero cuando estamos hablando de modernidad, nos olvidamos que ella también implica apertura, mirar los nuevos desafíos de este tiempo, con un país que mira al futuro, pero que no debe castigar a sus jóvenes -el capital humano del futuro- con añejas tradiciones que no aportan nada, es más, que anclan más a los chicos, que los cierran a abrirse de mente, y a sentirse encerrados y obligados a hacer algo que no quieren.
Los invito a preguntarles, y creo que la mayoría dirá que lo hacen por hay que cumplir, y una pequeña fracción dirá que porque le gusta.
Para pensar.
Las expresiones de las personas son lo más libre que pueden tener, pero en este caso, en donde estos chicos que estudian en un establecimiento que por años ha hecho el mismo desfile militarizado, obligándolos a marchar tal como lo hicieron en Puerto Montt hace muchos años los militares durante la Dictadura, que a través del cura Piccardo, -su ex rector y quien falleciera en extrañas circunstancias, cuyo juicio de los presuntos culpables ha llenado planas y minutos de diarios y noticieros locales y nacionales alimentando el morbo-, creo que es discutible.
Porque hay muchas otras expresiones para que los establecimientos educacionales se luzcan, hay libertad para que los propios alumnos elijan otras formas de mostrar sus cualidades y formación, pero no esta marcha añosa y anquilosada, hermanada en las más férreas tradiciones militares prusianas, que dejan a la ciudad de Puerto Montt y a ese establecimiento como un nido de docentes estrechos de mente que cercan las posibilidades de los jóvenes, encasillándolos en un esquema egoísta, que sólo busca mantener las "tradición del establecimiento a través del tiempo".
Es fácil escudarse en las tradiciones, pero cuando estamos hablando de modernidad, nos olvidamos que ella también implica apertura, mirar los nuevos desafíos de este tiempo, con un país que mira al futuro, pero que no debe castigar a sus jóvenes -el capital humano del futuro- con añejas tradiciones que no aportan nada, es más, que anclan más a los chicos, que los cierran a abrirse de mente, y a sentirse encerrados y obligados a hacer algo que no quieren.
Los invito a preguntarles, y creo que la mayoría dirá que lo hacen por hay que cumplir, y una pequeña fracción dirá que porque le gusta.
Para pensar.





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