
Pero más allá de discusiones más y discusiones menos, de votos allá y votos acá, que al final el Congreso aprobó los 144 mil pesos como sueldo mínimo para un trabajador o trabajadora a partir del primero de julio, quería reparar en algo. Cuando uno compra algo y lo atiende una vendedora; cuando uno está en el supermercado y luego de pagar, le entrega unas monedas al empaquetador; cuando uno va en una calle o carretera, y hay un trabajador; o cuando al caminar en cualquier ciudad, nos encontramos con los trabajadores que recogen la basura en las calles, vemos rostros que son precisamente los rostros de quienes ganan esos sueldos por trabajar en empleos que nadie discute, son dignos.

Pero quería reparar en que ellos muchas veces tienen que trabajar sabiendo de antemano que no les alcanzará a fin de mes, que tendrán que transpirar para dejar a todos contentos en sus casas o donde viven; que tendrán que comer menos o no comprar el regalo para el hijo o la hija; que tendrán que contentarse con tomar una vez al mes unas cervezas, que tendrán que dejar de comprar la torta para celebrar el cumpleaños de la suegra, en fin, que tendrán que estar una vez más frustrados de no poder hacer ni siquiera la tercera parte de lo que habían presupuestado.
Es brutal. Y pensar que uno podría estar en esa instancia laboral. Y pensar que uno se queja muchas veces. Pero eso da para otro artículo.
Qué poco se gana. Y por tanto trabajo. Y por todo lo que deben aguantar. Y lo que deben explicar para estirar el dinero.
Y todo lo que se discute en las instancias parlamentarias, por parte de gente que en su mayoría -no todos ni todas- no sabe lo que es tener poco dinero entre las manos, o si lo supieron alguna vez, ya no se acuerdan. Es para pensar.
Fotos de Fotos de Sergi Bernal. http://www.flickr.com/photos/sergi_bernal/
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