jueves, 15 de diciembre de 2011

Dejo "La izquierda: de derrota en derrota, hasta la victoria final"


publicado el 14 de Diciembre de 2011


vía mostrador

por CARLOS PARKEREx embajador

Un día de marzo del 2010, a poco de asumido el gobierno de Sebastián Piñera, un antiguo militante socialista, uno de esos viejos tercios que vivió la experiencia de la Unidad Popular muy cerca del Presidente Salvador Allende, y que por lo mismo, durante la dictadura debió vivir la cárcel, la tortura y el exilio, me dijo con un tono de tristeza y abatimiento que no dejaba lugar a dudas, que hubiese preferido que la vida le hubiese privado de la ignominia de ver el regreso triunfal de la derecha al Palacio de La Moneda por la vía democrática. Agregó que la derrota electoral a manos de los mismos que habían prohijado a Pinochet, le había dolido infinitamente más que el propio golpe de Estado, pues pensaba que había más dignidad en haber sido desalojados del poder por la fuerza de las armas, que por obra y gracia de la voluntad popular.
En contraste, por esos mismos días, un ex militante socialista, confirmando aquello de que no hay peor astilla que la del mismo palo, sacaba cuentas alegres de la misma derrota, se frotaba las manos y hasta parecía genuinamente contento y feliz de la vida, radiante y pletórico de eso que en la izquierda se conoce como “optimismo histórico”. Ese sentimiento parecido a las ínfulas de superioridad del que cree que todo lo sabe y que en su beatería actúa convencido de que pase lo que pase, tropiezos más o menos, a la postre el sentido de la historia está inexorablemente de su lado y, que por lo tanto, hasta cabría sentarse a esperar lo que habrá de pasar, contra viento y marea.
El personaje, desde su izquierdismo voluntarista y miope, trataba de convencerme de que el triunfo de la derecha, lejos de constituir una desgracia como a mí me lo parecía, era poco menos que una gran noticia para Chile, y por sobre todo, una circunstancia estratégicamente favorable para la izquierda auténticamente consecuente, es decir, a la que el mismo adscribía. Pues confiaba ciegamente en que el fuego purificador de la derrota que la derecha acababa de propinarnos, pudiera al fin consumir a aquellos a los que se refería como izquierdistas de papel, esos que habían transado sus valores y principios, pactado con la derecha y administrado el modelo heredado de la dictadura, según sus entusiastas palabras.
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