miércoles, 6 de diciembre de 2006

Colectivo de sorpresa

Quería comentar una conversación que tuve con un Chofer de colectivo ayer martes en Puerto Montt. Como todos los días, tomé el colectivo, esperando tan sólo trasladarme como siempre hago para ir al trabajo o a la casa. Digamos que no es un viaje muy atractivo, sino que más bien rutinario y aburrido. Pasajeros como uno que van o apurados para llegar a tiempo o cansados y con ganas de sacarse los zapatos, conversar en casa y comer algo, esto a la par de la conducción rutinaria del chofer. En eso, y mientras se iba bajando la gente del colectivo, me percato de que quedo sólo yo y una señora embarazada y con dos niños chicos, encima de ella. El chofer, para mayor comodidad de la señora, me dice que me suba adelante, a su lado, porque era el último pasajero, y me dice que la señora en cuestión, es su esposa y esos, sus hijos, además, claro está, del que venía en camino en el vientre de su madre. Me subo en el asiento del copiloto, y empezamos a hablar.

Y he aquí el foco que quiero contarles. Mientras sus manos conducían, y su rostro, cansado y transpirado -eran las 7 de la tarde de un día caluroso-, me decía que la jornada había sido dura. Y me dice que él comenzaba su jornada de chofer a las siete de la mañana, que desayunaba a las 11 de la mañana, que no almorzaba, y que continuaba manejando hasta las 21 horas, o sea, se sacaba la cresta trabajando para mantener a su esposa, a sus dos hijos y para recibir a su hijo que viene en camino.

Todo este diálogo se realizaba mientras seguíamos serpenteando por la ciudad, acercándonos más a mi destino, mientras me interesaba más por la vida de este chofer. Así, me cuenta que, a pesar de lo duro de su trabajo, de su precaria condición -si se enferma o tiene un accidente o bien, si su auto que maneja y que no es de él, se detiene por falla mecánica-, y de la situación de preocupación que tiene diariamente él con su esposa embarazada, y de ella, que piensa en que no le suceda nada malo al volante del colectivo.

En fin, en eso estaba, cuando me dice que a pesar de todo eso, él estaba contento con su pega.

Ustedes se preguntarán cómo puede pasar eso, siendo tan al límite su vida, con dos hijos, un sueldo precario, sin contrato ni imposiciones, y con un bebé en camino.

Pero él, en su pensar, rescataba tener un vehículo a disposición -el colectivo- para trasladar en sus controles médicos, a su esposa; el tener trabajo; el que le gustaba su trabajo, a pesar de terminar diariamente muy cansado, y, supongo -supongo porque no se lo pregunté- feliz por los hermosos hijos y por el niño que nacerá pronto.

Eso me parece destacable y loable, eso de estar contento con lo que se tiene y contento con lo que se es. Eso es digno, y me gusta escuchar este tipo de historias, sobre todo cuando generalmente uno oye lamentos y reclamos contra todos y todo, cuando nada resulta bien y todos son ladrones, explotadores y abusadores, cuando el mundo, el país y la ciudad está lleno de malas personas. eso, a veces, cansa.

Es de esperar que mi amigo, el chofer y su familia, estén hoy y siempre, bien y contentos, y que ese niño nazca sin problemas, y que el auto no se averíe, y que a sus hijos les vaya bien en el jardín, y que los quieran mucho, y que él, ojalá, siga teniendo trabajo y que algún día, encuentre algo mejor.

Saludos, y que estén bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Illaps:
Buen articulo, al menos interesante sacado del diario vivir.
Recomiendo si es posible fotos de los barrios mas antiguos, del casco original de Puerto como complemento a tus articulos.

Genial....