lunes, 27 de julio de 2009

Piñera y la historia no contada de su gira por Europa Por Cristóbal Portales, desde Londres


Los hechos son los siguientes. Me llega un e-mail de un estudiante de Master en el London School of Economics invitándome a una reunión con el candidato presidencial, Sebastián Piñera, en gira por Europa, y pronto a visitar Londres para juntarse con el líder de la oposición brítanica, David Cameron.

El encuentro tendría lugar inmediatamente después de la “cumbre” entre ambos personajes. La estatua de Nelson Mandela, líder de la lucha contra el apartheid, con el Big Ben como telón de fondo era el escenario elegido por el líder de la “Coalición por el Cambio” para la reunión. Decía el e-mail: “…La idea es poder conversar sobre política educacional, y plantearle los temas que nos interesen en relación al acceso a la educación en Chile o en el extranjero. Pero también, al ser un encuentro informal al que no sólo asistirán chilenos, podremos conversar de otros temas que nos parezcan interesantes… Ya nos contactamos con Sebastián Piñera, y se mostró dispuesto…”.

Todo bien hasta ahí. Sólo quedaba esperar y ver. Piñera llega a Londres, se junta con Cameron, y terminado el encuentro, cruza a la plaza ubicada en la esquina opuesta al parlamento británico donde tendría lugar la reunión con el grupo de jóvenes estudiantes y profesionales chilenos. Lo recibimos un grupo de 15 personas.

A Piñera lo escoltan varios asesores, 1 camarógrafo y 2 fotógrafos (Andrés Chadwick y Andrés Allamand). Saluda uno a uno a los asistentes y les agradece su presencia. Promete conversar. Algunos preguntan “bueno, ¿nos quedamos acá en la plaza o vamos a algún café?” Piñera no contesta y se apura a decir “mira, antes que todo necesito dos niñas buenas mozas que se pongan al lado mío para tomarnos una fotito”. A continuación, le pide al resto de la concurrencia que también se acerque para participar de la foto y hacer una toma con el camarógrafo. La sesión empieza. Varios de los asistentes parecen incómodos. No ha habido esbozo de diálogo, sólo flashes, sonrisas y un espurio juego de palabras de Piñera del tipo “..y tú, ¿qué haces, cuéntame?…” La situación supera a la mayoría. Pero hay resignación. Todos esperan el fin del ritual mediático para conversar con el candidato los temas pactados. Sin embargo, un distendido Allamand insiste en seguir con su propia sesión de fotos. “Ya Sebastián, mira para acá”, y Sebastián obedece.

Mientras, permanezco al lado del ex samurai. Se da cuenta que no estoy participando del acto y me dice, “oye, ya po, ponte en la foto también…”. “Yo sólo vine a hacerle un par de preguntas a Piñera. En todo caso, la lógica dice que primero se conversa y después se firma, ¿o no?”, le contesto. Allamand no sigue el diálogo. Después, reparte instrucciones a uno de los asesores para que envíe una de las fotos al diario La Segunda a ver si la sacan. Pero mándala altiro, po”. Chadwick también hace lo suyo y pasa revista a las tareas del grupo. Le pregunta al camarógrafo “Oye, estai listo?”.

Han pasado 10 minutos desde que llegara el candidato. La conversación más extendida la sostiene con uno de los jóvenes asistentes. “Tú, cómo te llamai?”. Descubre que es pariente suyo por el lado materno. “Pero si yo conozco a tu familia, somos parientes, pue. ¿Cómo está tu hermano?, supe que se cayó a una piscina sin agua… ¿Cómo se pudo haber caído a una piscina sin agua?”. Ni Allamand ni Chadwick parecen interesados en la piscina sin agua o en el “accidentado”. Allamand le hace un gesto con el reloj a Piñera. Éste entiende la señal. Luego vocifera, “ya Sebastián, tienes que tomar el avión a Madrid, así es que hay que ir andando…”. Uno de los jóvenes está claramente malhumorado y murmura: “¿para qué accede a juntarse si sabe que tiene que tomar un avión y no va a tener tiempo para conversar los temas prometidos?”. Otro exclama, “y la conversación, ¿qué pasó?”. “Pucha muchachos, lamentablemente me tengo que ir, una lástima, pero que rico haberlos visto. Oye, qué les vaya super bien ¿ah? Gracias por su tiempo”, dice Piñera.

Miro a Mandela, miro a los asistentes, pocos hablan, sólo algunos manifiestan su frustración e incredulidad ante lo que acaba de suceder. “¿Qué fue esto?”, dice uno… “No te diste cuenta-contesta otro- sólo relleno de campaña”. Se escuchan algunas risas. El organizador se deshace en disculpas. En todo caso, todos entienden que el tipo no tiene la culpa.

“Así son los negocios, así es la política, así es la vida” diría el mismísimo Piñera.