Una calurosa tarde de verano en un hotel cinco estrellas del centro. Algunos pocos tienen pena, otros rabia pero la mayoría descansa simplemente en la resignación. No hay épica ni heroísmo para terminar lo que empezó con mística y pasión desbordantes en 1988. A lo más la parquedad republicana del candidato y la declaración implícita de Lagos de que la centro izquierda tiene su papá mono para lo que viene: ocupar la trinchera de la oposición por los próximos cuatro años. “En algún momento esto se chacreó, se llenó de rasquerío. Ellos no ganaron, perdimos nosotros”, dice Carlos Figueroa. El ex ministro del Interior de Frei que se desplaza con bastón, pero no pierde agudeza, tiene anotados en un papelito los resultados del primer cómputo que ya es público y se los muestra a Víctor Manuel Rebolledo y el embajador Pablo Cabrera, que lo acompañan en el lobby del Hotel San Francisco.
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