Estoy a cinco minutos de salir de la oficina.
Estoy a cuatro -ojalá- minutos de salir a la calle a respirar aire puro.
Acá dentro está el aire pesado.
Está pesado.
Hace un rato hablé con mi novia, y no fui lo suficientemente acogedor con ella, a pesar de que está viajando a esta hora a otra ciudad extraña y debe estar cansada.
Estoy a tres minutos de salir de aquí y la llamaré, para saludarla como corresponde y para decirle muchas veces que la quiero.
Estoy ya a dos minutos de salir de aquí, y mientras me preparo, me habla mi compañera de labores, y escribo esto rápidamente para publicarlo luego y poder salir a respirar, a caminar y a juntarme con mi madre.
Estoy a un ratito de salir.
Afuera está helado. La ventana estuvo abierta unos minutos a mi lado y entró una brisa fría y penetrante, que me caló durante unos minutos.
Estoy, ahora, a un minuto de salir.
Miro mi mochila verde, mi chaqueta negra, y también, hacia donde está la puerta, y reconstruyo mentalmente el trayecto por la oficina y el pasillo, antes de llegar al ascensor, por el cual bajaré, y veo por donde escaparé hacia la calle.
Ya.
Me quedan unas pocas palabras más para salir.
Además, reconstruyo la conversación que tendré -en unos minutos más y si me responde- con mi novia.
Ella debe estar cansada.
La echo de menos.
Y mucho, porque siempre estoy con ella, y eso, me gusta.
Me voy.
Escribo ESTA línea y salgo de acá, no sin antes apagar este computador en el cual escribo esto, me pongo encima la chaqueta, y me despido de mi compañera y de Erwin, que está en el escritorio de al lado. Hasta pronto, porque después, me iré.
1 comentario:
TÚ YA NO ESCRIBES? ESTOY ESPERANDO...
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