martes, 28 de noviembre de 2006

Jodorowsky: trozo de entrevista para aprender de él

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En 1953, a los 17 años, Alejandro Jodoroswsky tomó una decisión. Hizo su maleta y partió a París. El objetivo del hasta entonces escritor perteneciente a la denominada “Generación del 50”, integrada también por Enrique Lafourcade, José Manuel Vergara, Armando Cassigoli y Jorge Edwards, entre otros, algunos de ellos sus “amiguitos”, como prefiere llamarlos, era uno solo: buscar a Marcel Marceau.

Su regreso a estas tierras sólo fue recién en 1991. En casi 50 años, no sólo había encontrado a Marceau, de quien fue alumno y ayudante, sino que regresó como un polifacético autor de culto, celebrado por su teatro, su cine y su literatura, además de haberse granjeado una imagen de “gurú” por sus investigaciones en el tarot, los textos sagrados y el chamanismo.

Conocimientos que hoy le permiten ver a Chile con otros ojos, unos, según dice, menos localistas y que ven con admiración a la Presidente Michelle Bachelet. “Pienso que la Presidenta Bachelet es una mujer magnífica, inteligente, honesta, sabia. ¿Sabrán a caso los chilenos, dejando de lado sus mezquinos intereses políticos, reconocerla como un tesoro nacional? Es ella la que ha traído la prosperidad al país. Podría traer mucha más si todos la apoyaran incondicionalmente”.

Aquí va el trozo que hablé en el título. La sencillez de este autor me encantó:

- En abril usted vino a Chile para recibir un homenaje de manos de la Presidenta Bachelet. En octubre tuvo lugar otro en el Festival de Cine de Sitges. ¿Cómo se siente con tantos reconocimientos?
- No me identifico a mí mismo. No soy lo que fui, no soy lo que seré, no soy lo que quiero, soy lo que soy. Recibo los homenajes como si fueran dirigidos a un muerto; muerto del que yo no soy el cadáver. Como estos premios yo no los he pedido, los acepto, porque considero que ese impensable que llamamos Dios me los envía. Me digo: "No seas orgulloso esgrimiendo una falsa humildad. Reconoce que algo habrás hecho para merecerlos". Entonces los recibo como amistosas caricias.

- ¿Representa algo para usted tanto reconocimiento en este momento de la vida?
- No le temo a la vejez. Ella aporta conciencia eliminando lo superfluo. La vida no tiene "momentos" es una continuidad de “presentes”, no hay medios caminos. Hay una eterna meta. No me reconocen a mí. Conocer a un ser humano es imposible: el alma es infinita, reconocen a una imagen fabricada con ciertas características mías, no todas. Siempre se premia a un mutilado. Es imposible cazar a un águila con una trampa para ratones. Sin embargo, la Venus de Milo, aún sin brazos, es una belleza. ¿Y por qué un ratón será menos importante que un águila? Que reconozcan una parte de ti es mejor a que no reconozcan nada.

- ¿No le asusta este estado de consagración al que ha llegado?
- La vida puede definirse con dos palabras: "permanente” e “impermanencia". Todos los dioses acaban convertidos en diablos. Todo lo que sube, termina por bajar. Y lo que baja por subir. Y los diablos se convierten en dioses. Y si un demonio es un ángel caído, un ángel es un diablo que ha ascendido. Hoy me consagran, mañana me maldicen, pasado me recuerdan y más tarde me olvidan. No he llegado, cada día es un nuevo comienzo. Después de un premio es bueno sentarse bajo un árbol y escuchar cantar a los pájaros. Sin embargo, los homenajes son útiles: para darme un pasaporte francés, lo primero que me preguntó el funcionario fue "¿Cuántos premios tiene?". Comencé la enumeración dándole el nombre de mis hijos.

- Cuando recibió el premio que le otorgó el Festival de Cine de Sitges, dijo que se sentía “como Drácula saliendo de su ataúd”.¿Podría describirnos esa sensación?
- Le preguntaron a un maestro Zen: "Qué hay después de la muerte? Y el maestro responde: No lo sé, aún no me he muerto". Le responderé esta pregunta después que un vampiro me chupe la sangre.

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