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Pincha para escuchar: Franz Schubert - Marcha Militar
via FoxyTunes
Ellos aparentan avanzar siempre con seguridad, el saco-chaqueta-terno en la mano colgando hacia atrás, en su espalda, con seguridad, la misma que les da su bolsillo y el soporte que llevan en la piel.
Ellos están siempre con la sonrisa de la seguridad, eficacia y de tener todo controlado.
Ellos siguen de pie caminando y mirándonos como borregos a fin de año, antes de ser pasados por el "cuchillo".
Su seguridad es tan especial que parece que de verdad nos la creemos y quedamos dudando si es cierto que nos la están transmitiendo.
Ya no quiero mirarlos a los ojos cuando me observan por la pantalla, porque asustan.
Ellos son soberbios, más que los que están hoy en el centro, pero a diferencia de esa soberbia, la de ellos es más siniestra, más intimidante, porque ellos saben administrarla muy bien, genéticamente, desde que sus padres lo hacían en los campos, las explanadas, con las chinas y trabajadores, los peones, los rotos, los que trabajan, tal como lo hacemos -aunque en un grado irrisorio al de ellos- con quienes trabajan con nosotros, o con nuestras parejas o familiares.
Su avance, su mirada penetrante, no la quiero más.
Espero que esa seguridad y ese tranco que llevan ellos, se detenga a los ojos de quienes viven a mi lado, ya sea abajo, más acá, más arriba y bien arriba del terreno que esos mismos también habitan, y que de esa forma les den vuelta la espada, le cierren la puerta y no los dejen entrar, tal como lamentablemente, están haciendo tantos y tantas en el país.
Continuará.
Ellos están siempre con la sonrisa de la seguridad, eficacia y de tener todo controlado.
Ellos siguen de pie caminando y mirándonos como borregos a fin de año, antes de ser pasados por el "cuchillo".
Su seguridad es tan especial que parece que de verdad nos la creemos y quedamos dudando si es cierto que nos la están transmitiendo.
Ya no quiero mirarlos a los ojos cuando me observan por la pantalla, porque asustan.
Ellos son soberbios, más que los que están hoy en el centro, pero a diferencia de esa soberbia, la de ellos es más siniestra, más intimidante, porque ellos saben administrarla muy bien, genéticamente, desde que sus padres lo hacían en los campos, las explanadas, con las chinas y trabajadores, los peones, los rotos, los que trabajan, tal como lo hacemos -aunque en un grado irrisorio al de ellos- con quienes trabajan con nosotros, o con nuestras parejas o familiares.
Su avance, su mirada penetrante, no la quiero más.
Espero que esa seguridad y ese tranco que llevan ellos, se detenga a los ojos de quienes viven a mi lado, ya sea abajo, más acá, más arriba y bien arriba del terreno que esos mismos también habitan, y que de esa forma les den vuelta la espada, le cierren la puerta y no los dejen entrar, tal como lamentablemente, están haciendo tantos y tantas en el país.
Continuará.
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